En este camino de aprendizaje del yoga en el que me encuentro, he leído acerca del origen del yoga y de Patanjali, a quien se le atribuye haber hecho la primera recopilación sistemática de las enseñanzas ancestrales que hasta ese momento se transmitían de forma oral. Así es que decidí leer los Yogasturas de Patanjali. Me puse a buscar en Internet y, como era de esperarse, encontré varias versiones. Descargue un par de ellas al azar y empecé a leer una. Un día abrí el archivo que no estaba leyendo por equivocación y mi sorpresa fue grande al darme cuenta de que estaba escrito en un lenguaje bastante distinto al que había empezado a leer, me refiero a la traducción al español de T.K.V. Desikachar y la de Vyasa. Me puse a compararlas y efectivamente, había varias diferencias, que si no de fondo, si en la manera de expresarse. Esto me llevó a seguir buscando en Internet, encontré varios sitios más donde aparecen fragmentos de la obra, hasta que finalmente encontre un sitio llamado HRIH que tiene una enorme recopilación de traducciones del Yogasutra en una gran cantidad de idiomas.
Descargué las tres versiones que encontré en español y varias versiones en inglés y seguí comparándolas.
Esto me lleva a un asunto acerca del cual ya había elucubrado con anterioridad: realmente que tan precisa y objetiva es una traducción.
Yo soy traductor y en una ocasión me tocó traducir un texto técnico del inglés al español. Algunos meses después me encargaron traducir un texto del español al inglés. Empecé a hacerlo y más o menos como a la mitad me di cuenta de que era el mismo que había traducido del inglés al español con algunas correcciones que le habían hecho. Cuando terminé la traducción me puse a comparar esta nueva versión que había traducido al inglés con el texto original y me dí cuenta de que no era exactamente igual. Esto me llevo a pensar en un principio en que había cometido algunos errores, pero al seguir examinando las dos versiones me dí cuenta de varias cosas:
En un idioma hay palabras que realmente no tienen una traducción literal a otro, por lo que se utiliza una frase para traducirlas. Hay palabras en un idioma que tienen significados ligeramente variados y cuya traducción en el otro idioma es la misma palabra. Un ejemplo de esto es el siguiente: en inglés existen las palabras “scream” y “shout” que muchas veces se usan juntas en la misma frase como “When he got mad, he was screaming and shouting at the top of his lungs.” Ahora bien, si buscamos estas dos palabras en el diccionario, ambas se traducen como “gritar” por lo que la traducción de la frase, literalmente sería, “Cuando él se enojó, estaba gritando y gritando a todo pulmón” lo cual no me suena muy bien en español por lo que la traduciría como “Cuando se enojó, gritaba con todas sus fuerzas.” Si ahora la traduzco de regreso al inglés quedaría algo así como “When he got mad, he screamed with all his might.” Para empezar eliminé una de las palabras “gritar” en español por repetirse cuando en inglés realmente tienen un significado algo diferente ya que “shout” significa gritar, pero gritar palabras o frases, mientras que “scream” también significa gritar pero más bien sonidos como “Ahhh”. Luego, la frase original de “a todo pulmón” en inglés cambió a “con todas sus fuerzas”.
Aunque el significado general de la frase no cambió, si hay cambios sutiles en la traducción que inevitablemente hacen que se pierda algo en ella.
Otro ejemplo que me parece interesante es algo que leí en algún lugar acerca de este tema, y es que en la mayoría de los idiomas existe una sola palabra para designar a la nieve. Que de acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española significa: "Agua helada que se desprende de las nubes en cristales sumamente pequeños, los cuales, agrupándose al caer, llegan al suelo en copos blancos." Sin embargo en la lengua de los lapones, una etnia que vive en las altas latitudes existen varias palabras para designar a la nieve según su uso, ejemplo: una palabra designa a aquella nieve que es apropiada para derretirse y beberla, otra a aquella que por su consistencia es más apropiada para la construcción de iglús.
Esto me lleva a un asunto más profundo, que es la expresión y la comunicación en sí misma. Durante la evolución humana van surgiendo palabras para designar los tanto los objetos del mundo material que nos rodea como las sensaciones y sentimientos del mundo externo. Todos tenemos una idea o imagen en la mente del objeto o sensación representado por la palabra. Todos usamos las palabras para comunicarnos, pero lo que normalmente no tenemos en cuenta es que si la persona con la que nos estamos comunicando le da exactamente el significado a lo que estamos diciendo. Yo le puedo decir a alguien “Las hojas verdes del árbol contrastaban hermosamente con el azul del cielo.” y seguramente la persona a la que se la digo se dará una idea, su idea, de lo que estoy diciendo. Pero, ¿es exactamente la misma imagen que yo tengo. Seguramente no. YO puedo estar imaginándome o recordando una escena vivida por mí, un sauce, con hojas verde oscuro, brillando con el agua de la lluvia que acaba de caer y contrastando con los tonos negros, grises y blancos de las nubes del cielo. Y la otra persona puede imaginar un pino, cuyas hojas verde claro contrastan con un cielo azul y sin nubes. Y que decir del recuerdo de las emociones asociadas con esa imagen. Para mí puede evocar un sentimiento de tristeza, al recordar que el día que vi esa imagen, estaba triste por haber perdido a un ser amado, mientras que para la otra persona, el sentimiento evocado puede ser de alegría por haber pasado un día feliz en el campo con su familia.
Y si bien, al hablar de objetos físicos vemos que pueden ser imágenes diferentes, que decir de las sensaciones o sentimientos. Al yo hablar de un dolor que siento en el estomago, la persona que me escucha puede recordar un dolor que tuvo en el estomago, pero son lo mismo. Tuvieron la misma intensidad, la misma duración, la misma causa. Y lo mismo sucede con los sentimientos, con la alegría, la ira, la tristeza o la alegría. Sólo podemos imaginar aquello que hemos sentido, y creemos que es igual a lo que la otra persona siente. Y en términos generales, está correcto, pero en términos sutiles es distinto. Por eso es que hay que pensar si realmente existe una realidad puramente objetiva, o si todo es subjetivo por estar “coloreado” por la manera como cada persona percibe al mundo que la rodea.
Y bueno, regresando al tema de los sutras de Patanjali y sus traducciones.
A continuación he puesto en una tabla las ocho versiones que tengo, tres en español y cinco en inglés. Las diferencias en las traducciones al español le resultarán obvias al lector, las de las traducciones en inglés también serán obvias para los que hablan el idioma, pero incluso para aquellos que no hablan inglés, resultarán obvias las diferencias en las palabras utilizadas por los traductores.
Esto no pretende de ninguna manera ser un texto erudito o criticar a los traductores, sino simplemente quiero decir que debemos de tener en cuenta estas diferencias subjetivas que hay en las traducciones. Ésto lo expreso como un principiante en el estudio del yoga que quiere comprender las enseñanzas de uno de sus maestros.
Pantanjali nos dice en el inciso 7 del capítulo primero en la traducción al inglés de Dennis Hill, “Valid knowledge is direct perception (pratyaksha), verifiable deduction (anumana) and the word of one who has already reached the goal (agama)”. El conocimiento válido es por la percepción directa (ptrayaksha), deducción verificable (anumana) y el mundo de algúien que ya ha alcanzado la meta (agama)”.
Entonces, ¿cómo podemos verificar que el conocimiento que estamos obteniendo de la tercera fuente, o sea de la versión original de Patanjali en sánscrito, a través de las diferentes traducciones es el verdadero? ¿Cómo podemos saber cuál nos trasmite el significado que Patanjali le quiso dar a sus palabras? Y otra consideración que debemos de tener en cuenta es que el mismo Patanjali escribió su versión de las enseñanzas orales que se venían transmitiendo de maestro a estudiante por generaciones, ¿cómo se fueron transformando estas enseñanzas originales con esta forma de transmisión?.
Finalmente la conclusión a la que llego es que la mejor forma de comprender estas enseñanzas es leyendo las diferentes versiones, ya que esto nos permite obtener una versión más sutil y que finalmente será nuestra propia versión de como apercibimos las enseñanzas y que seguramente no será igual a la de otras personas. Pero finalmente, no se puede hablar de que una sea más válida que otra, lo “real” es nuestra apercepción.
Las tablas que desarrollé con las ocho versiones de los sutras de Patanjali, son demasiado grandes para incluirlas en este artículo, sin embargo las pongo a disposición de cualquiera que esté interesado en ellas de manera totalmente gratuita, sólo tienen que solicitarlas por medio de un correo electrónico a alamvi@gmail.com y se los enviaré con gusto en formato PDF.
I ahora, antes de pasar a los sutras, incluyo dos resúmenes de las introducciones a los textos de Vyasa y al de Dennis Hill, el resumen y la traducción de esto, reflejan mi subjetividad al respecto.
En la traducción de Vyasa el autor nos dice que poco se sabe de Patanjali, y que lo poco que se sabe está lleno de contradicciones. Se lo considera como una encarnación del dios serpiente Sesa, que rodea y sostiene al universo en la forma de Océano Cósmico. Nos dice que el Yogasutra data de entre el siglo II A.C. Al siglo VI D.C. Pero que no se ha podido determinar con claridad la identidad del autor o la fecha exacta de los textos. Y sigue diciendo que se puede considerar que Patanjali no fue el único autor del texto sino que este se mantuvo “vivo” durante varios siglos en los que se compilaron las técnicas inductivas de origen shamánico en un contexto filosófico.
El yogasutra está compuesto por 195 aforismos, o frases cortas, formados con palabras técnicas muy precisas y con reglas gramaticales estrictas. El libro se divide en cuatro capítulos o partes. La primera parte consta de 51 aforismos dedicados a explicar al naturaleza general del Yoga y su técnica: la “internalización profunda” (samadhi), sus diferentes formas, los obstáculos y los medios a través de los que se llegan a cesar o detener todos los procesos mentales que es la meta final del Yoga. Su objeto es responder a la pregunta, ¿qué es el Yoga?
La segunda parte se compone de 55 aforismos y se titula la “practica” (sadhana); ésta sección trata con las condiciones de la vida human y la angustia inherente de esta condición para tratar de responder a la pregunta ¿por qué practicar el Yoga? Se exponen los impedimentos, sus causas y sus consecuencias, finalmente se analizan los medios externos o las primeras cinco prácticas del Yoga clásico.
En la tercera parte, dedicada a las “manifestaciones maravillosas” (vibhuti), compuesto por otros 55 aforismos (56 en algunas versiones), se exponen los medios internos que completan los externos dentro del Yoga de los ocho pasos y siddhi, y se habla detalladamente de los poderes extraordinarios, que desafían las leyes de la ciencia. Esos poderes se adquieren involuntariamente durante el curso de la práctica.
La última parte, más filosófica y sutilmente controversial, habla acerca de la Independencia o Aislamiento Trascendental (kaivalya); está compuesto por 34 aforismos, en los que se encuentran los problemas filosóficos que implican el estudio y la práctica del sistema, especialmente dos asuntos metafísicos fundamentales; el momento y la naturaleza del conocimiento.
En la introducción a su traducción, Dennis Hill nos dice que los Yogasutras fueron compilados por el sabio Patanjali hace unos 2,000 años a partir de una tradición oral que se remonta a una antigüedad desconocida. Patanjanli nos da la sabiduría esencial de la práctica del yoga y la meditación para conocer, directamente, la esencia de nuestro verdadero yo – al habitante consciente que le da vida al cuerpo. Experimentar el estado consciente completo nos muestra la naturaleza trascendental esencial del universo para llevarnos a un estado de tranquilidad gozosa imperturbable.
Hill continua diciendo que el término “yoga” apareció en los Vedas mucho antes de que Patanjali viviera, pero los Yoga Sutras aparecen en la historia como el primer tratado integral del método del yoga y la liberación. Patanjali, nos habla principalmente desde el punto de vista de la filosofía Samkya y el Yoga Raja meditativo.
Patanjali nos dice que el yo interno puramente gozoso ya se ha logrado y que todo lo que se necesita es perder el interés en aquello que no es el yo.
El primer libro empieza diciéndonos que el yoga es restringir la mente a un estado de ecuanimidad para que la mente no sea molestada mientras examina la apariencia y conoce las cosas tal como son. Esta enseñanza puede ser una información novedosa para el estudiante actual de yoga que ha considerado el yoga como un ejecicio para estar en forma. Pero Pantanjali persiste y explica la naturaleza de la mente, las distracciones de la mente y el estado de samadhi que surge cuando el yogui pierde interés en las distracciones.
Debido a las tentaciones del mundo la mente cultiva apetitos por el placer y aversión al sufrimiento que trae este apetito. Dada la predominancia de estas influencias, la mente naturalmente no descansa en la calma. El libro II, acerca del sadhana nos da las prácticas para simultáneamente hacer surgir el gozo interno y aquietar las distracciones de la mente. En una práctica concisa de las 8 ramas del Yoga, Patanjali nos presenta un paquete con el concepto de astanga.
En el estudiante que persise en las prácticas durante un largo periodo de tiempo, pueden surgir varios logros o poderes yoguis. Patanjali describe estos siddhis con cierto detalle en el Libro II, pero dice que no debemos distraernos ya que podemos perder el rumbo en el camino a la liberación. Es mejor sólo notarlos y continuar con sadhana.
A lo largo del libro se nos recuerdan las dos prácticas fundamentales que condicen al estado final, kaivalya. Una práctica es vairagya (falta de pasión, desapego) y la otra es viveka (discriminación). En la vida, todo nos llega y todo nos abandona. Tanto en el placer como en el dolor podemos darle la bienvenida a lo que sea que venga y dejar ir cualquier cosa que nos abandone. En la práctica de vairagya no sólo dejamos ir completamente cuando es el momento adecuado, sino que en primer lugar no nos apegamos a lo que sea que nos llegue en el río de la abundancia. En la práctica de viveka, aprendemos a discriminar entre la mente al observador de la mente (la consciencia misma). Cuando podemos descansar en el estado de la consciencia que se conoce a sí misma, conocemos nuestra verdadera identidad. El Libro IV (Kaivalya) es la historia del resultado final de estas prácticas y conocimientos conforme el yogui se funde irrevocablemente en el gozo del yo.
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