lunes, 30 de agosto de 2010

Yoga y sexo…¿son compatibles?

¿De qué forma se relacionan el yoga y el sexo? ¿Hay alguna conexión entre ellos? ¿Es el sexo una palabra tabú para los yoguis?

No es sencillo responder a estas preguntas, y probablemente no sea yo la persona con más autoridad en este tema, pero por lo menos hoy tengo ganas de aportar una pequeña reflexión sobre el asunto, un granito de arena de lo que espero se convierta en un animado debate.

Como en otras disciplinas espirituales, históricamente la práctica del sexo era algo que se desaconsejaba al yogui. De hecho, si nos remitimos a las fuentes más antiguas del yoga, los “Yoga sutras” de Patañjali, se nos dice que uno de los ocho miembros o estadios del yoga es Niyama, que implica la autopurificación por la disciplina.

Dentro de Niyama encontramos el miembro Tapas, que significa arder, resplandecer, o por el contrario sufrir dolor y consumirse por el fuego. Uno de los elementos de Tapas es brahmacharya (contención) en el que de alguna forma se censura el deseo sexual, aunque no de una forma tan contundente como en religiones como el cristianismo o el Islam.

En este sentido, esta contención se refiere más bien a que no podemos dar rienda suelta a todos nuestros instintos naturales, pero que tampoco podemos reprimirlos. Ambas situaciones nos llevan al desequilibrio interior y por lo tanto, nos hace infelices.

La clave, como en todo, está en una postura intermedia, en donde el sexo (si es con la persona amada) es uno de los medios que nos pueden conducir a la felicidad, pero no puede ser en ningún caso un fin.
Volviendo a nuestro querido siglo XXI, en general nadie (salvo grupos extremistas) condena o puede condenar la práctica sexual. Lo que en cambio sí que se puede fomentar desde el yoga, es a apostar por un sexo consciente, aquí y ahora, que tiene en la persona con la que se practica el objeto de su devoción.

Se trata pues de un sexo que apuesta por la complicidad, por el conocimiento mutuo, por alargar los tiempos, que se toma su tiempo, que necesita de su tiempo, y que implica no sólo una unión puramente física sino que trasciende a otros planos.

Se puede decir que en muchos puntos, si damos una visión “yóguica” a nuestras relaciones sexuales estaremos optando por una práctica tántrica (en el sentido original del término) con la salvedad de que no optamos por el sexo como un camino hacia una comunión espiritual con lo divino, sino más bien por una felicidad que nos desborda.


Fuente: Cuaderno de Yoga, 10 de noviembre de 2009.
Por sadhaka

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