HATHA YOGA
PRADIPIKA
YOGA SWAMI
SVATMARAMA
TRADUCCIÓN Y
COMENTARIOS DE HANS-ULRICH RIEKER
PROLOGO DE B.K.S.
IYENGAR
Traducción al inglés de
Elsy Bechrer.
Traducción al español
Alfredo Amescua V.
INTRODUCCION
¿Realmente vale la pena que el
lector promedio lea un clásico erudito, un libro que ha sido sacado de un
estante polvoriento y que ha sido traducido a un idioma occidental
moderno? Esta pregunta ocupó mi mente
durante mucho tiempo, hasta que para mi sorpresa me di cuenta que los sujetos
de mi investigación, los yoguis, son cualquier cosa menos científicos
secos. Noté que los más exitosos entre
ellos eran aquellos que entendían como transformar las viejas tradiciones y
terminologías al espíritu del momento.
De manera similar, he visto más yoguis sonrientes que profesores. Y eso me animó a romper la vieja y seca
tradición y a buscar una sabiduría viviente en los textos antiguos. Esta es una decisión seria. El yoga no es una broma trivial si
consideramos que cualquier malentendido en la práctica de yoga puede significar
la muerte o la locura. Que un yoga
malentendido pude ser peligroso como ha sido probado por muchos estudiantes que
empezaron esta práctica con determinación lúgubre en lugar de con alegría
relajada. No es la letra seca sino la
pulsante vida en las enseñanzas antiguas que son transmitidas a nosotros no por
eruditos sino por hombres sabios.
Nuestra empresa no consiste tanto
en enriquecer la ciencia sino en enriquecernos a nosotros mismos; y aquel que
enriquece su yo, su Yo interno, ¿no enriquece también la ciencia del
hombre? Yoga es la ciencia del hombre y
su potencial. El yoga como un asunto
mortalmente serio no me interesa. Quiero
que el yoga le dé a mi vida una alegría más profunda. No deseo hacer a nadie más listo, ni esto es
la meta del yoga. Ya que la inteligencia
ha demostrado que es mucho menos que esa rara sabiduría para la que el yoga
siempre ha estado presente. Es muy fácil
acumular un amplio acervo de conocimientos y aún caer bajo la rueda del destino.
La verdadera sabiduría no es enciclopédica, sino que es saber cómo dominar la
vida cotidiana, y eso a mí me parece mucho más importante. El conocimiento del mundo más allá de mi
horizonte es de interés sólo después de que he eliminado todos los peligros
desde este lado. Aquél que está
interesado en los múltiples aspectos de la ciencia y que con eso forja su
propio yo se priva a sí mismo de la experiencia del mayor misterio que ofrece
el mundo. Ciertamente debemos estar
agradecidos con la ciencia por habernos dado tanto que rápidamente damos por
hecho. ¿Pero, por qué damos por hechas
las cosas tan rápidamente? Porque en
algún momento y otro alguien deja a un lado el libro de la ciencia y se da
cuenta de lo práctica que resulta a través de sus propios experimentos. Este libro se debe dejar a un lado
eventualmente en favor de experimentos prácticos.
Aquí la ciencia ha puesto a
nuestra disposición un texto misterioso “Hatha Yoga Pradipika” de Yogui Swami
Svarmarama, e intentaremos juntos encontrar dentro de los extraños recovecos de
este texto el tesoro que nos pueda acercar al camino de sabiduría del cual
sospechan los escépticos confirmados.
Para poder lograr esto, es
necesario que finjamos conocer tan poco de nosotros mismos como un bebé recién nacido. Desde luego que la ciencia moderna nos ha
provisto con una fabulosa cantidad de conocimientos relativos a nuestro cuerpo
y nuestra mente. Pero aunque es posible,
después de años de estudio, conocer todos los secretos del mecanismo de un
automóvil, con el ser humano nunca tendremos éxito de la misma manera. Los problemas más importantes nunca darán
resultados a la investigación teórica.
Amor, odio, diplomacia, control de situaciones, economía de fuerzas,
interés y futilidad – todo esto nos sucede a diario. ¿Y quién se desanima sólo porque las fuentes
más profundas de estos eventos nos son desconocidas? Todo en la vida es sencillo siempre que uno
dé las cosas por hechas. Es cuando
queremos saber “¿por qué?” que chocamos contra una pared. ¿Es necesario saber por qué? ¿Si prácticamente no tenemos problemas, por
qué crearlos teóricamente? La respuesta
sería bastante clara si realmente no tuviéramos problemas. Desafortunadamente, los tenemos, tanto con
nuestro entorno como con nosotros mismos.
Cuando uno de estos problemas se hace serio nos damos cuenta de que tan
imperfectos somos y el problema se hace más agudo: realmente debemos
conformarnos con esa medida de imperfección, ¿y es esta imperfección el destino
inmanente del hombre? Debemos admitir que esta persona o aquella en nuestra
historia mundial era más perfecta que nosotros pero nuestra reverencia por tal
persona no nos induce a hacerla nuestro maestro. No queremos ser perfectos a través de otros,
sino como otros. Tampoco queremos
tomarnos la molestia de hacernos perfectos.
Buscamos la consciencia repentina y alegre de que fundamentalmente somos
perfectos.
Resulta reanimante que esta
actitud natural no sea tan presuntuosa como parece. Realmente no tenemos que aceptar la sabiduría
de otros; tenemos la nuestra a nuestra disposición. Pero hay ciertos obstáculos que evitan que se
desenvuelva. Eliminar estos obstáculos
ha sido la mayor empresa de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Y algunos realmente encontraron la manera y
los medios: Zoroastro, el Buda, Lao-tzu, Cristo, para mencionar sólo
algunos. De ellos recibió la humanidad
sus mayores tesoros y la humanidad recibió agradecida el regalo y trató de
utilizarlo.
Pero evidentemente nada es más
atractivo que confundir las palabras de los grandes maestros y presentarlas de
acuerdo con el gusto propio de cada uno, se han desarrollado bibliotecas
completas alrededor de las enseñanzas de los grandes maestros, así que ahora
apenas estamos en una posición para encontrar las palabras reales de los
maestros entre todas las “mejoras” atrevidas.
Los Parsis admiten que sólo se ha preservado una pequeña fracción de las
enseñanzas de sus maestros. Lao-tzu ha
sido traducido tan ingeniosamente que es posible entender exactamente lo
contrario de lo que quería decir. Si el
Buda realmente hubiera dado todos los discursos que se le atribuyen, habría
tenido que hablar día y noche durante cien años. Y si hubiéramos entendido las enseñanzas de
Cristo más intuitivamente, el mundo de hoy sería un lugar diferente. Sin duda que podemos aprender
inconmensurablemente de estos grandes maestros siempre que podamos alcanzar las
verdaderas enseñanzas, pero eso es muy difícil.
Por una parte, estamos a merced de los traductores que en el mejor caso
pueden ser filólogos, pero ciertamente no somos santos que hayamos puesto en
práctica las enseñanzas que nos ponen enfrente.
Por ejemplo, cualquiera que tenga un conocimiento casual de los textos
bíblicos quedará consternado al encontrar pasajes que fueron totalmente malentendidos
por un hombre como Martin Lutero. YH es
todavía peor con el gran traductor de Buda, K.E. Neumann. Su trabajo está casi completamente libre de
perlas de sabiduría reales. Aquí
también, el texto original revela mundos totalmente nuevos.
Bien, podríamos preguntar,
¿estaban totalmente ciegas estas gentes?
Veamos los diccionarios y comparemos.
Filológicamente, ambos están en lo correcto – el antiguo traductor así
como el crítico moderno. Así que
cualquiera podría querer un lápiz y escribir su propia interpretación (una
mejora, sin duda en el margen) como se hacía en los viejos manuscritos.
Ahora imaginemos que sucedería –
y sucede constantemente – en idiomas como el chino y el sánscrito, en los que
una palabra puede tener veinte significados diferentes. Qué – bibliotecas de malas interpretaciones
que han crecido en el transcurso de mil años.
¿Y dónde encontrará la verdad el lector fiel entre tantas versiones que
afirman ser verdaderas? Ya que – y esto
es importante – cada interpretación se justifica de cierta manera.
¿Cómo afecta a nuestro
texto? El hombre que lo escribió era una
autoridad, un yogui de grandes logros, como se puede suponer por su nombre; el
trabajo mismo indisputablemente sostiene el primer lugar entre todos los textos
clásicos de yoga y es citado por todos esos maestros de primera clase que se
han sentado en las orillas en lugar de en el centro de la sabiduría. ¿Por qué, entonces, debemos quedar
satisfechos con material de segunda clase cuando podemos llegar directamente al
mismo maestro? Desde luego, aquí surge
la misma pregunta que con Lutero y Neumann: ¿es auténtica esta traducción? Esta traducción del Hatha Yoga Pradipika y mi comentario no se hicieron en un
escritorio sino que, por así decirlo, los escribí sobre mi rodilla, en los
petates de la India. Si surgía una
pregunta y mi propia experiencia probaba ser inadecuada, no iba a buscar la
respuesta, sino que le preguntaba al maestro.
Y esto sucedió frecuentemente, ya que el lector verá que hay cosas aquí
que son muy extrañas para aceptarlas sin cuestionamientos.
Pero no estaremos tentados a no
saber mejor, a juzgar o asumir que son tonterías. Nada es más dañino que el prejuicio. Es mil veces peor que la fe infantil, que
tampoco es deseable. En el centro hay un
escepticismo saludable que recomendamos ampliamente.
Sin embargo, quien quiera leer
este libro con provecho, pero sin empezar a practicarlo después de unas cuantas
páginas, debe tener en mente constantemente que ha habido y todavía hay seres
humanos que a través de esta práctica peculiar alcanzaron un grado de
auto-control que está más allá de nuestra imaginación.
Algunos dirán ahora que creo ser
el primero que habla de yoga, mientras que ya han sabido como evaluar la
disciplina durante algún tiempo. Esto
puede ser o no. Mero le pediré al lector
que empiece de cero, como si fuera un niño inocente. Que acepte lo que se dice como algo
completamente nuevo, que en muchos aspectos realmente es: una traducción del
teto de hatha yoga más fidedigna de todos los tiempos.
Me imagino que sé un poco de
yoga, pero cuando estoy frente a un maestro en la India me quedo tranquilo y
humilde. Olvidando que sé un poco,
escucho y aprendo. Hasta ahora, este
método ha probado ser el más fructífero.
Hay tiempo para estudios filológicos cuando regreso a mi habitación,
donde puedo reflexionar en lo que he visto y escuchado. Así, en cierto sentido, quienquiera que tome
este libro está frente a un maestro muy grande.
Puede quedarse callado y escuchar, tratar de comprender, y recurrir a su
aprendizaje anterior más tarde para comparar.
Aquí surge un nuevo problema: la
búsqueda de un gurú, que ahora está de moda.
Y simultáneamente otra pregunta, esencial para los estudiantes
occidentales: ¿Puede reemplazar un libro al gurú, al maestro? No completamente, desde luego. Pero, el libro adecuado, leído y comprendido
correctamente, puede ser más exitoso que correr tras un maestro de yoga en la
India sin comprenderlo, sin darnos cuenta en nuestro entusiasmo que no es
nuestro gurú; que es un maestro, pero no un gurú. No todo maestro es un gurú, y, extrañamente,
no todo gurú es un maestro. El que
confía en el primer maestro de yoga mejor sin crítica – y son tan abundantes
como la arena en la playa – puede darse cuenta que ha perdido su tiempo y su
esfuerzo con un maestro de gimnasia que no sabe más (e incluso menos) de la
verdadera meta del yoga que sus estudiantes.
Desafortunadamente, este tipo de maestro es el más locuaz y el más
prolífico. Es por eso que la mayoría de
los libros modernos de yoga son superficiales a pesar de los nombres hindúes de
sus autores. La mayoría de estos yoguis
no pasaron de los dos primeros capítulos de nuestro texto y por lo tanto no han
llegado a nada decisivo. El yoga real
sólo empieza donde esos yoguis (y sus libros) terminan. Nadie ha alcanzado hasta ahora un estado de
iluminación a través de ejercicios físicos.
Pero debemos hablar de los gurús
verdaderos. Todo ser humano anhela
satisfacer sus deseos más secretos.
Algunos, para ser felices, no ven más allá de aprender los ABCs,
mientras otros no serán felices con menos que la sabiduría de Dios. Naturalmente, para los primeros la búsqueda
de un maestro es simple. Hay tantos
niveles de deseo entre estos dos, de hecho, que simplemente no hay suficientes
tipos de gurús para satisfacer la demanda.
En realidad las cosas son algo
distintas, sin embargo. Nuestro problema
principal al principio no es encontrar al gurú que lleve al estudiante
ignorante a una pista espiritual – camino al nirvana; más bien es importante
progresar por nuestros propios medios al umbral de la puerta cerrada hacia el
logro final a donde sólo puede guiar nuestros pasos cada vez más decisivos y
cada vez más peligrosos la experiencia y el consejo de un maestro. En otras palabras, sólo cuando hayamos
agotado por completo nuestros propios recursos nos guía el gurú a la solución
de la última pregunta, la meta final.
Prepararnos para un gurú
significa autodisciplina. En este
sentido, cada oración, incluso del libro más simple, tiene el poder de enseñar,
si llega a pegar (en una especie de polaridad negativa) en el vacío
correspondiente en la mente el lector y llena ese hueco. Así puede suceder que pasemos el tiempo
leyendo bibliotecas completas y luego encontremos la oración clave en un
periódico. Esa oración no tiene que ser
sabia necesariamente, pero debe responder totalmente a mi pregunta, la mía y la
de nadie más, ya que yo soy el que está preguntando y la respuesta me debe dar
cierto grado de iluminación.
Aquellos que esperan abrir una
puerta por la que puedan entrar sin tocar pueden aprender mucho, pero nunca
alcanzarán el conocimiento decisivo.
Sólo el que ha aprendido durante mucho tiempo y con sacrificio puede
convertirse en maestro. No conozco
ningún maestro que no haya tenido que pasar por años dolorosos de
disciplina. Que estos años hayan sido
dolorosos no se debe a la acusación frecuente de “un mundo cruel” o “una vida
difícil”. La vida nunca es dura si no
soy muy suave y si no tengo miedo. El
sabio aprende a ser duro e inflexible consigo mismo. Y sorprendentemente, el mundo cambia frente a
él. Desde luego que no hay una receta
universal; cada individuo tiene sus propias debilidades. Pero que las cosas dependan de la parte más
débil de nuestro complicado organismo psique-alma-cuerpo es indiscutible, y
tenemos que sacar algunas conclusiones de este hecho. Tomemos al mayor y tal vez el más sufrido
buscador en la literatura mundial, Fausto… “Ahora aquí estoy, un simple tonto,
y no soy más sabio que antes”. Confiesa que el conocimiento no se alcanza
siendo “listo” (mundano-sabio). Conoce
su meta real sin saber cómo alcanzarla.
Se suscribe a la más imposible de todas las “ciencias”, la magia, para
poder encontrar que fuerza última une al mundo… Sólo el que va más allá de
todas las palabras puede alcanzar la experiencia de la realidad.
No es por el bien de promover el
misterio que las enseñanzas más elevadas son tan secretas como lo han sido
siempre. Si se le dieran
indiscriminadamente al novicio que no tienen poder de discriminación, el gurú
pronto adquirirá una reputación de ser un diablo que reparte con ligereza la
muerte y la destrucción. La secrecía no
es sino una protección para el estudiante.
¿Qué hace realmente el gurú? Uno se imagina fácilmente al estudiante
sentado día y noche a los pies del gurú, siendo cubierto por enseñanzas como
recompensa por haber buscado tan diligentemente al gurú. Esto sería agradable, pero totalmente inútil.
¿Qué sucede realmente? Tomemos un buscador que todavía no sepa totalmente
que está en juego en el sentido más profundo y que no tenga idea de cómo darle
forma a su futuro espiritual. No sabe
cuál de los muchos sistemas de yoga sea el adecuado para él, pero está listo
para luchar y para someterse a la sabiduría del maestro. Y así sale a buscar un gurú.
Si fuera como le gustaría
imaginar, entonces por casualidad caería en las manos de un maestro de
yoga. Aunque la casualidad no tiene
lugar en yoga, se deja a la casualidad si conoce a un yogui que le pueda
enseñar la técnica mecánica o conoce al que necesita urgentemente. Con mala suerte se encontrará con cualquiera
de los yoguis anteriores, se someterá a él como estudiante y tratará de
aprender, sólo para darse cuenta después de meses o años que todo siguió siendo
vacío e inútil. Ciertamente que se habrá
beneficiado de alguna manera. Pero no
sentirá que ha alcanzado una etapa superior de yoga. El maestro no le divulgará los últimos
secretos porque sabe que a este estudiante le faltan los cimientos necesarios.
Usualmente, sin embargo, sucede
que el estudiante escucha “accidentalmente” que en alguna parte hay un gran
santo. Su maestro confirma el
rumor. El estudiante se pone impaciente;
tal vez su falta de éxito es culpa del maestro.
Quiere irse. Su maestro no tiene
objeciones, así que se va. El santo ni
siquiera se digna mirarlo. Impresionado
por la gran veneración que se le demuestra al maestro en todas partes, decide
no darse por vencido hasta que el maestro lo acepte como estudiante. Pero el santo todavía no mira al aspirante,
no le dirige ni una palabra. A los sumo
lo aparta con la mano de vez en vez. No
es agradable ser tan despreciado y quedarse allí. Así pasan días y semanas. Viaja por todas partes con su ídolo
arrogante, o más bien lo persigue incesantemente por muchas millas. El único progreso: el santo ya no lo
aparta. Pero todavía no lo mira, ni le
habla. Hasta que un día sucede el milagro:
el maestro lo mira y pronuncia una frase: luego se voltea y el buscador feliz
deja de existir para él. Ese buscador
ahora puede irse a casa tranquilamente, porque es bastante cierto que no le
sacará otra palabra al gurú.
¿Qué ha sucedido aquí? ¿Por qué parece tan raro? En primer lugar, desechemos la noción de que
el maestro no le puso atención al estudiante inoportuno. Nada era más importante para él durante estas
semanas que el estudiante que no se dio cuenta del interés del maestro. Seguramente que puso a prueba al estudiante; pero
más que esto, fue lo suficientemente maestro para conocer todas las virtudes y
fallas de ese estudiante por sus vibraciones.
Y cuando finalmente decidió hablar, fue sólo después de haberse formado
una opinión. La opinión de un
psicoterapeuta occidental después de años de análisis profundo no se
aproximaría a la de este maestro en su certidumbre absoluta y completa.
¿Y la frase? Contiene –
principalmente en forma de un imperativo categórico – la sabiduría decisiva que
será el leitmotiv absoluto del estudiante durante varios años. De esta frase surge todo lo que necesita
ahora para alcanzar su meta superior. Si
vive, piensa y actúa estrictamente de acuerdo con el mandato de esa frase y
continúa con su práctica de yoga anterior, repentinamente verá todo con ojos
nuevos y el éxito que ha estado añorando se materializará.
Cuando examinamos algunas de
estas frases seguramente estaremos un poco sorprendidos por su aparente “falta
de sentido y simplicidad” y exclamaremos: “¡Qué! ¿Ese gran santo no tiene más
que decir?” Pero no debemos olvidar que
la menta son las recetas psicoterapéuticas, no frases enérgicas. La efectividad de la medicina no depende de
su color o sabor. Lo que es esencial es
que contenga aquello que cura al cuerpo.
El efecto es lo que cuenta. El
Amar Swami, un Hindú del sur, Un Buda Pacceke a mi gurú: “Toma tu razón y
observa”. El Swami Yoga, un hindú siddha
del sur: “Cualquier cosa que suceda tiene su significado”. Y al mismo estudiante siete años después: “Summa iru” que significa tanto “quédate
quieto” como “deja ir”. Yogui Chellapa,
también hindú del sur: “Hazlo nuevo”.
Estos son sólo algunos ejemplos.
Uno no debe olvidar, sin embargo, que en su idioma original estas frases
tienen un significado mucho más profundo y más diverso y que a través de la
asociación su contenido aumenta considerablemente. Someter una frase así a un análisis
psicológico sólo tendría sentido si estuviéramos profundamente familiarizados
con el tema en cuestión.
En una frase fácil y simple
podemos poner a prueba la efectividad de ese enfoque. Durante una semana pregúntate después de todo
lo que hayas hecho: “¿Esto era necesario?”
¿Era necesario ser grosero, estar enojado? “¿Era necesario dejarte ir? Aquí no hay una enseñanza oculta, ninguna
sabiduría de yoga como le gustaría que se la presentaran a uno. Lo que realmente significa se hace evidente
sólo después de que uno ha llevado la oración por todas partes durante varias
semanas, habiéndola usado como un par de anteojos a través de los que observas
la vida cotidiana. Esta es la respuesta
al acertijo. La enseñanza de una frase
así no nos hace “mejores” necesariamente.
Pero debemos estar conscientes de las cosas de las que nos ocultábamos
anteriormente por miedo, mojigatería o negligencia.
El gurú sabe intuitivamente lo
que necesitamos urgentemente. Pero
entonces no nos lo dice directamente.
Nos deja encontrarlo nosotros mismos, porque sólo así nos convencemos
realmente. La censura abierta vuelve rebelde al estudiante más devoto. No importa que tan profundas puedan ser las
enseñanzas de un Buda, un Cristo, un Lao-Tzu, un Mahoma, sólo lo que
descubrimos por nosotros mismos nos pueden persuadir inmutablemente. Esta es la razón por la que necesitamos a un
gurú para estas enseñanzas que se nos presentan frecuentemente tan claramente
que las comprendemos intelectualmente, y por qué entonces el gurú no nos da la
información decisiva, sino que nos informa el camino y los medios para el
conocimiento real. Ningún libro puede
actuar de tal manera. Pero una vez que
los hayamos encontrado también sabremos cuál de los sistemas de yoga es más
benéfico para nosotros.
Mi gurú en yoga kundalini también
es un hombre con grandes conocimientos en shastras. Un día le pregunté el significado de ciertos
símbolos que me parecían de gran importancia.
“No te puedo decir esto porque todavía no estás iniciado”. Así que tuve que tener paciencia.
Cuando llegó el momento,
inmediatamente después de la iniciación, le hice la misma pregunta otra
vez. “Medita como te he dicho
antes. Entonces experimentarás.” Yo estaba terriblemente decepcionado, pero no
tenía opción sino obedecer. El resultado
fue que un tiempo sorprendentemente corto recibí la respuesta a mi pregunta,
una respuesta que nadie me podía haber dado en palabras. El simbolismo de la pregunta era de una
naturaleza tan profunda que sólo se podía comprender por la experiencia
directa. La meditación que me dio la
respuesta no transmitió ninguna asociación o pista intelectual; sólo disparó el
proceso de comprensión. Este es el
método de un gurú real.
Cuando el primer gurú ha
satisfecho su menta psicológica y su “fórmula mágica” ha logrado su efecto, en
gurú siguiente, el maestro de yoga (que usualmente es más accesible), empieza a
actuar y consultamos ciertos libros, que indudablemente también nos pueden
enseñar. Ejemplos clave de esto son los
Upanishads, los Brahmanas y los Tantras.
Pero esto tampoco es tan
simple. No todo tiene un valor igual
para todo el que lo escucha. Por
ejemplo, una persona quiere aprender a manejar, así que compra un libro que
explica en detalle cómo funciona el motor y nadie le dice que este tipo de
conocimiento por sí mismo lo convertirá en un manejador. Cuando ha chocado el carro se da cuenta de su
falta de conocimientos esenciales relacionados con manejar. Realmente este no es un ejemplo muy bueno,
porque la ley pone al maestro antes que la licencia. Pero en yoga la ley todavía no está escrita
(aunque no es menos importante) y esa es la causa por la que muchos estudiantes
han fracasado.
Como veremos en nuestro texto, lo
que el occidente entiende por yoga es simplemente una técnica para mantener el
motor en buenas condiciones. Esto es
eminentemente importante, pero no es un fin en sí mismo. Nuestro texto afirma – y con razón – ser un
sistema de yoga (hatha yoga) que lleva de lo que parece ser una cultura física
puramente a la meta superior, raja yoga.
La práctica del sistema presenta relativamente pocos peligros para el
estudiante que no se sobrepasa. Sin duda
existe el peligro, pero estoy seguro que ningún lector se interesará en esas
prácticas que sean potencialmente peligrosas.
Afortunadamente, estas no son particularmente atractivas, mientras que
otros, ejercicios más atractivos son suficientes y suficientemente ricos para
más que llenar toda una vida citadina turbulenta.
Así que empecemos al leer Hatha
Yoga Praidipika de Swami Svatmarama.
Deja a un lado todos tus conocimientos occidentales y tus prejuicios y
haz lo que han hecho los estudiantes de yoga desde tiempos inmemoriales:
siéntate, relájate y escucha con jovial atención a estas enseñanzas ancestrales. Luego habrá tiempo suficiente para aceptarlas
o rechazarlas.
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