sábado, 29 de enero de 2011

El Legado de Krishnamacharya 4

Por Fernando Pagés Ruiz

Instruyendo a Iyengar.

Durante el periodo en el que estaba instruyendo a Devi y a Jois, Krishnamacharya también le enseñó brevemente a un niño llamado B.K.S Iyengr, que crecería para tal vez desempeñar el papel más significativo de todos para llevar el Hatha Yoga al occidente. Es difícil imaginar como sería nuestro Yoga actual sin las contribuciones de Iyengar, especialmente su articulación sistemática y detallada precisamente de cada asana, su investigación en sus aplicaciones terapéuticas y su riguroso sistema de entrenamiento de varios niveles que ha producido tantos maestros destacados.



También es difícil saber exactamente que tanto le afecto el entrenamiento con Krishnamacaharya al desarrollo posterior de Iyengar. Aunque intensa, la permanencia de Iyengar con su maestro apenas duró un año. Junto con la devoción ardiente hacia la Yoga que le evocó a Yyengar, tal vez Krishnamacaharya plantó las semillas que más adelante madurarían en la Yoga madura de Iyengar. (Algunas de las características por las que es notable la Yoga de Iyengar – particularmente, las modificaciones a las posturas y el uso de la toga para sanar – son bastante similares a las que Krishnamacaharya desarrolló en su trabajo posterior). Tal vez cualquier investigación profunda en el Hatha Yoga tiende a producir resultados paralelos. De cualquier manera, Iynegar siempre ha venerado a su gurú de la infancia, todavía dice “Soy un pequeño modelo en Yoga, mi guruji era un gran hombre”.

El destino de Iyengar no fue aparente al principio. Cuando Krishnamacharya invitó a Iyengar a su hogar – la esposa de Krishnamacharya era hermana de Iyengar – predijo que el adolescente tieso y enfermizo no tendría éxito en Yoga. De hecho, el relato de Iyengar de su vida con Krishnamacharya suena como una novela de Dickens. Krishnamacharya podía ser un maestro extremadamente duro. Al principio casi no se molestaba en enseñarle a Iyengar, que se pasaba los días regando su jardín y haciendo otras tareas. La única amistad de Iyengar era con su compañero Keshavamurthy, que era el protegido favorito de Krishnamacharya. En un giro extraño del destino, Keshavamurthy desapareció una mañana y nunca regresó. Krishnamacharya estaba a sólo uno días de una demostración importante en la yogashala y dependía de su alumno estrella para ejecutar las asanas. Frente a esta crisis, Krishnamacharya rápidamente el empezó a enseñar a Iyengar una serie de posturas difíciles

Iyengar practicó diligentemente y, en el día de la demostración, sorprendió a Krishnamacharya ejecutando las asanas excepcionalmente. Después de esto Krishnamacharya empezo a instruir a su persistente alumno con ahínco. Iyengar progresó rápidamente. Empezó a asistir a clases en la yogashala y a acompañar a Krishnamacharya en las giras de demostración de Yoga. Pero Krishnamacharya continuó con su estilo autoritario de Instrucción. Una vez, cuando Krishnamacharya le pidió que demostrara Hanumanasana (una apertura completa) Iyengar dijo que nunca había aprendido esa postura. “¡Hazlo!” ordenó Krishnamacharya. Iyengar obedeció y se desgarró el tendón.

El corto aprendizaje de Iyengar terminó abruptamente. Después de una demostración de Yoga en la Provincia de Karnatak en el norte, un grupo de mujeres le pidió a Krishnamacharya que les diera instrucción. Krishnamacharya escogió a Iyengar, su estudiante más joven, para que enseñara a las mujeres en una clase separada, ya que los hombres y las mujeres no estudiaban juntos en esos días. La enseñanza de Iyengar las impresionó. A su solicitud, Krishnamacharya asignó a Iyengar para que se quedara para ser su instructor.

La enseñanza representó una promoción para Iyengar, pero hizo poco para mejorar su situación. La enseñanza de Yoga todavía era una profesión marginal. A veces, recuerda Iyengar, sólo comía un plato de arroz en tres días, sosteniéndose principalmente de agua. Pero se dedico al Yoga con determinación. De hecho, dice Iyengar, estaba tan obsesionado que algunos vecinos y familiares consideraban que estaba loco. Practicaba durante horas, usando pesadas piedras de adoquín para forzar sus piernas en Baddha Konasana (postura del ángulo atado) y doblándose hacia atrás sobre una aplanadora estacionada en la calle para mejorar su Urdhva Dhanurasana (Perro boca arriba). Preocupado por su salud, el hermano de Iyengar arregló su matrimonio con una muchacha de 16 años llamada Ramamani. Afortunadamente para Iyengar, Ramamani respetó su trabajo y se convirtió en una pareja importante en su investigación de las asanas.

A cientos de millas de distancia de su guru, la única manera que tenía Iyengar para aprender acerca de las asanas era explorar las posturas con su propio cuerpo y analizar sus efectos. Con la ayuda de Ramamani, Iyengar refinó y perfeccionó las asanas que aprendió de Krishnamacharya.

Como Krishnamacharya, conforme Iyengar fue teniendo alumnos, modificó y adaptó las posturas para satisfacer las necesidades de sus estudiantes. Y, como Krishnamacharya, Iyengar nunca dudó en innovar. Abandonó casi totalmente el estilo vinyasa de la práctica de su mentor. En cambio, investigó constantemente la naturaleza de la alineación interna considerando el efecto sobre todas las partes del cuerpo, incluyendo la piel, en el desarrollo de cada postura. Ya que mucha gente con menor condición física que los jóvenes estudiantes de Krishnamacharya acudían con Iyengar en busca de instrucción, aprendió a usar artefactos para ayudarlos. Y ya que algunos de sus estudiantes estaban enfermos, Iyengar empezó a desarrollar las asanas como una práctica de sanación, creando programas terapéuticos específicos. Además Iyengor llegó a considerar el cuerpo como un templo y las asanas como la oración. El énfasis de Iyengar en las asanas no siempre le agradó a su antiguo maestro. Aunque Krishnamacharya alababa la habilidad de Iyengar en la práctica de las asanas, en la celebración del cumpleaños 60 de Iyengar, también sugirió que era el momento de que Iyengar abandonara las asanas y se concentrara en la meditación

Durante las décadas de 1930, 1940 y 1950, la reputación de Iyengar como un maestro y un sanador creció. Tuvo estudiantes conocidos y respetados como el filósofo Jiddhu Krishnamurti y el violinista Yehudi Menuhin, que ayudo a atraer estudiantes occidentales a sus enseñanzas. Para la década de 1960 laYoga empezaba a formar parte de la cultura mundial e Iyengar era reconocido como uno de sus principales embajadores.

Sobreviviendo los años flacos.

Incluso conforme sus estudiantes prosperaron y difundieron su evangelio del Yoga, Krishnamacharya se encontró con tiempos difíciles. Para 1947, las inscripciones al yogashala habían disminuido. De acuerdo con Jois, sólo quedaban tres estudiantes. Se terminó el patrocinio gubernamental; la India obtuvo su independencia y los políticos que reemplazaran a la familia real de Misor tenían poco interés en la Yoga. Krishnamacharya luchó para mantener su escuela, pero en 1950 se cerró. Siendo un maestro de Yoga de 60 años Krishnamacharya se encontró en la difícil posición de tener que volver a empezar.



A diferencia de sus protegidos, Krishnamacharya no disfrutaba los beneficios de la creciente popularidad del Yoga. Continuó estudiando, enseñando y desarrollando su Yoga casi en la oscuridad. Iyengar especula que este periodo solitario cambió su disposición. Como lo ve Iyengar, Krishnamachayra podía mantenerse distante bajo la protección del Maharaja, pero al estar solo y tener que buscar estudiantes privados, Krishnamacharya tuvo más motivaciones para adaptarse a la sociedad y desarrollar una mayor compasión.

En 1920, Krishnamacharya luchaba para encontrar trabajo, eventualmente tuvo que dejar Misor y aceptar un puesto de maestro en la Universidad Vivekanda en Chennai. Lentamente aparecieron nuevos estudiantes, incluyendo gente de todos los niveles y en diferentes estados de salud y Krishnamacharya descubrió nuevas formas para enseñarles. Conforme llegaron estudiantes con menores aptitudes físicas, incluyendo algunos con discapacidades, Krishnamacharya se enfocó en modificar las posturas para la capacidad de cada estudiante.

Por ejemplo, instruía a un estudiante a hacer Paschimottanasana con las rodillas derechas para estirar los tendones, mientras que un estudiante más tieso podía aprender la misma postura con las rodillas dobladas. Similarmente, variaba la respiración para satisfacer las necesidades del estudiante, reforzando el abdomen algunas veces enfatizando en la exhalación y otras veces apoyando la espalda enfatizando la inhalación. Krishnamacharya variaba la duración, la frecuencia y la secuencia de las asanas para ayudarles a los estudiantes a alcanzar metas de corto plazo específicas, como recuperarse de una enfermedad. Conforme avanzaba la práctica de un estudiante, le ayudaba a refinar las asanas hacía la forma ideal. A su manera individual, Krishnamacharya les ayudó a sus estudiantes a pasar de un Yoga adaptado a sus limitaciones a un Yoga que aumentaba sus habilidades. Este enfoque, que ahora se nombra usualmente como Viniyoga, se convirtió en el hito de la enseñanza de Krishnamacharya durante sus décadas finales.

Krishnamacharya parecía estar dispuesto a aplicar esas técnicas a casi cualquier reto de salud. Una vez, un doctor le pidió que ayudara a una victima de una embolia. Krishnamacharya manipuló las extremidades sin vida del paciente en varias posturas, una especie de terapia física yogui. Como sucedía con muchos de los estudiantes de Krishnamacharya, la salud del hombre mejoró – y también mejoró la fama de Krishnamacharya como sanador.

Fue esta reputación de sanador que atraería al último discípulo importante de Krishnamacharya. Pero en ese momento, nadie – y menos que nadie Krishnamacharya – se hubiera imaginado que su hijo, T.K.V. Desikachar, se convertiría en un yogui renombrado que transmitiría todo el alcance de la carrera de Krishnamacharya, especialmente sus últimas enseñanzas, al mundo occidental de Yoga.

Continuará

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