lunes, 14 de noviembre de 2011

Zen y el cerebro 7

ZEN Y EL CEREBRO

JAMES H. AUSTIN, M.D.

Resumen y traducción Alfredo Amescua


8. Algunos ABCs del Yo-Mí-Mío.

Estudiar el camino del Buda es estudiar tu propio yo. Estudiar tu propio yo es
olvidarte de ti mismo. Olvidarte de ti mismo es hacer que el mundo objetivo prevalezca en ti.
Master Dogen (1200–1253)

Hemos conocido al enemigo, y somos nosotros.
Pogo


…El budismo también se había vuelto muy específico: nuestros principales problemas y descontentos surgen desde dentro. Empezamos fundamentalmente sólidos y básicamente buenos. Pero en un sentido nos convertimos en nuestro propio peor enemigo…

…Estos tres componentes por sí mismos no son nuevos. Son tan viejos como cada uno de nosotros ahora. Nos fueron presentados al principio del capítulo anterior. Todo lo que teníamos que hacer era escuchar…

…Lo que escuchamos fueron niños mayores que los habían estado vocalizando incluso antes de que empezaran sus terribles dos. Sus palabras operativas eran Yo, Mí, Mío. En estas tres palabras hay pistas acerca de cómo construimos nuestro yo invisible…

…Siguiendo el ejemplo de Pogo, sirve para nuestros propósitos actuales comentar primero acerca de sus aspectos incómodos y no fructíferos. Esto podría ser engañoso. Ya que el propósito del Zen no es aplastar o eliminar sus energías poderosas y “amistosas”. Es liberarlas, transformarlas y redirigirlas hacia sus otras muchas funciones positivas y constructivas. La triada consiste en lo siguiente:

1. El Yo. El Yo es. El Yo también actúa. Ninguno de nosotros puede apreciar que tan alto y fuerte es nuestro propio Yo. Ni tampoco nadie puede saber que tan amenazantes, digamos, les pueden parecer a otros las acciones del Yo. Pero pregúntele a otras personas. Ellas saben. Reconocen nuestro Yo soberano instantáneamente. Lo ven permanecer tan orgullosamente vertical que nunca se postra ante nada. Lo ven inclinarse hacia delante agresivamente.
2. El Mí. El Mí re-actúa. Le suceden cosas a él. Es esa parte del yo sintiente sobre el que, como cualquier otro objeto, se actúa. Las cosas me pueden dañar a Mí. Es vulnerable. Puede ser dañado.
3. El Mío. El Mío posee. Todo lo que poseo es mío. Es el yo codicioso que agarra las posesiones materiales o las vidas de otras personas. El Mío también tiene un terreno interno. Dentro, entre sus intangibles tesoros, se aferra a sus opiniones apreciadas y as patrones fijos de hábitos.

…Los tres componentes se entrelazan en un complejo apretado, cada uno complementando al otro. Para mantener la discusión simple, podemos llamar a este constructo psicológico descriptivo el Yo-Mí-Mío. Ningún texto de neuroanatomía o psicología puede localizar las células nerviosas o los circuitos que componen este complejo ampliamente distribuido…

…Usualmente Yo es un sujeto. Entonces representa a la persona que en ese momento particular se imagina que él o ella es un “yo”…

…Prejuicios altamente personales determinan su agenda. Las actitudes filtran lo que el Yo percibe y distorsionan lo que entonces cree que es cierto…

…Pero nuestro Yo no es tan simple. Acarrea muchas máscaras rígidas en su repertorio. Se necesitaron muchas décadas para construir y ocultar cada persona. ¿De dónde sacamos los papeles que asumen nuestras personas? No vinieron solo de nuestros padres, hermanos, amigos y maestros sino cada vez más de personas en los medios. Colectivamente forman ahora el mosaico de nuestra identidad personal, nuestra auto-imagen. Cambiamos nuestra conducta de un modelo a otro dependiendo de la situación…

…Los modelos “buenos”, más positivos en el Yo siempre están contendiendo con sus opuestos, las personas “malas”, las características de la sombra. Como resultado, implícitas en cada Yo habrá contradicciones agudas, conflictos internos y ansiedades…

…A continuación, el pronombre Mí. Representa nuestro yo como un objeto. ¿Qué tipo de cosas me pueden pasar a Mí?... el Mí sufre. Le molestan todos los eventos “malos” que pueden acechar en la jungla a su alrededor, cosas que chocan en la noche…

Además, el Mí también está constantemente en el lado receptor de toda herida psíquica auto-inflingida que se ha generado por las actividades inapropiadas de sus otros dos socios, el Yo y el Mío…

…Finalmente, el adjetivo Mío, representa nuestro yo acaparador, avaro, posesivo… El Mío se agarra. Pero en cada acto de apego, acaba siendo su propio cautivo. Es auto-esclavizado, porque lo que sea que se posee también lo posee a uno. Entre más agarra, menos satisfecho está, así que desea aún más. Al poseer más, tiene más que perder…

…Nuestro Mío empieza de manera relativamente simple. Empieza con la premisa engañosa de que hay una división entre el yo y el otro en la percepción. La simplicidad es temporal. Porque en seguida, el Mío procede a complicarse enormemente sus límites…

El resultado es inevitable. Porque el Mío se apega tan estrechamente a las cosas, cualquier cosa que valore se debe defender…

…El Maestro Dogen ofrece un punto fundamental en la cita al principio de este capítulo. Entrenarse en Zen se resume a estudiar el yo. Como preludio a tener que desecharlo. Así que el entrenamiento empieza con darse cuenta intelectualmente que hay un complejo Yo-Mí-Mío, identificando sus respuestas a la vida cotidiana de uno, explorándolas y recortándolas. Pero pronto debe comenzar el verdadero trabajo, el de redireccionar sus energías potenciales. Y esto significa nada menos que abdicar al Yo soberano, abandonando los castillos que defienden el Yo, y aboliendo cada esclavitud del Mío…

Continuará

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