Una cosa que llama mucho la atención a los que se inician en el yoga y la meditación son los mantras. Algunos ven en el mantra un mero accesorio, o incluso una forma de llamar la atención, como si se estuviese gritando al mundo “mira lo importante que soy, practico yoga, medito, y además lo hago saber a través de mi OM”.
Otros piensan en el mantra como en un elemento exótico, con el que distinguir a algunos “exaltados” por el New Age y las mal conocidas como “terapias alternativas”, y por lo tanto lo desprecian considerándolo como el producto de una práctica un tanto lunática.
Sin embargo los mantras, sobre todo cuando meditamos son un elemento muy importante, que aprendemos a hacer nuestro cada vez que lo entonamos. No se trata de repetir una y otra vez un sonido vacío y hueco, sino que cuando entonamos un mantra, conectamos con lo más profundo de nuestro ser, con nuestro yo más íntimo.
Patanjali comienza su lista de meditaciones con “la completa entrega al Señor Todopoderoso… que se expresa a través de la sílaba sagrada OM. Deberá repetirse y su esencia se percibirá”. De un modo menos religioso, el mantra OM hace referencia en muchas culturas al sonido primordial, al primero que se “escuchó” en el universo.
Al margen de lo anterior, repetir mantras cuando meditamos nos ayuda a acallar la mente, a serenarnos, a conectar con nosotros mismos. Todas las culturas tienen sus propios mantras, porque… ¿qué es la oración cristiana, o la plegaria musulmana sino una repetición de mantras?
Idealmente el mantra perfecto es aquél que no se entona, que sólo escuchamos en nuestro interior, que nos acompaña no sólo cuando meditamos, sino también cuando estamos en el metro, andamos por la calle, acudimos al gimnasio…es estar presentes siempre, aquí y ahora.
Fuente: Cuadernos del Yoga
Sadhaka
19 de enero de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario